Me explicaban una vez que
tener escrúpulos significa ser una persona correcta y éticamente perfecta. Una
persona precisa y cuidadosa al hacer, decir o examinar una cosa y en el
cumplimiento de los deberes. No he podido resistir la tentación de reflexionar
sobre todo ello estos últimos días a raíz de un rifirrafe internáutico que ha
trascendido a los medios de comunicación haciendo flaco favor, creo, a una y a
otra parte del “conflicto”. Después de pensar, digo, no he podido abstraerme de
decir públicamente que cuando se tienen tantos escrúpulos, lícitos completa y
absolutamente, se han de revisar bien todos los espacios donde se participa;
todos los compañeros de viaje en cada uno de esos espacios y lugares, vaya a
ser que incurramos, sin querer, en contradicción e incoherencia, debido a que lo
que nos provoque repulsión en unos, no nos lo provoque en los otros, cuando debiera. La tabla rasera del escrúpulo contra la socialdemocracia y el
capitalismo con rostro humano, la crítica y la autocrítica, los procedimientos y
procesos personalistas (individuales o familiares) y discursos vacíos de
ideología o ideología cambiante según sea el interlocutor, puede que estemos
señalándolo en ciertos cosmos mientras que en otros universos los estemos
permitiendo e incluso jaleando. En fin, hasta aquí mi escueto discernimiento al
respecto, por supuesto desde el respeto, sin acritud, con cariño y entendiendo
que las contradicciones nos acucian permanentemente por el mero hecho de ser
seres humanos.
Isabel Galeote Marhuenda
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