«Lo que es seguro es que no será el último caso». Con esta
afirmación, el delegado saharaui en Andalucía, Abidin Bucharaya, vaticinaba que
se repetirían las retenciones ilegales de mujeres saharauis mayores de edad en
los campamentos de refugiados de Tinduf. Dejaba claro que el caso de Nahjiba
Mohamed Belkacem no ponía punto final a esta espada de Damocles que pende sobre
las cabezas de las chicas saharauis que pasan largas temporadas en España,
habitualmente para someterse a tratamientos médicos y para estudiar. Bucharaya
hacía esa declaración en el diario «La Vanguardia», en octubre de 2014, para
salir al paso de la denuncia de la retención ilegal de esta joven saharaui de
23 años y residente en Rociana del Condado (Huelva), por parte de su familia
biológica, al amparo de esa dichosa convicción de que en España se desarraigan
de su cultura y de su idioma.
El viento que escuchaba las palabras
del delegado se las ha devuelto con efecto boomerang. Maloma Morales de Matos,
saharaui nacionalizada española que vive en Mairena de Aljarafe (Sevilla), es
su nueva piedra en el zapato, aunque no la única, pero los otros casos de
mujeres saharauis que viven en Andalucía y que no han podido regresar de los
campamentos, no se han hecho públicos. Maloma es el segundo caso de una
española de pleno derecho secuestrada y retenida por su familia. El anterior,
el de Mahyuba Mohamed Hamdidaf, se resolvió, aunque no sin problemas y tras dos
meses y medio sin que ella pudiera regresar a su vida en Londres. La
implicación de su familia de acogida de Genovés (Valencia), junto con el apoyo
logrado de la sociedad civil y del Gobierno de la Comunidad Valenciana lograron
su liberación.
El Gobierno saharaui -ejercido en el
exilio por el Frente Polisario-, sus representantes en España, las
organizaciones saharauis que tanto exigen la defensa de los Derechos Humanos,
los medios de difusión del circuito saharaui y el movimiento solidario español
e internacional -principalmente las asociaciones de amigos del pueblo saharaui-
mantienen un silencio sepulcral alrededor de esta situación, que afecta a
muchas más mujeres de las que se piensa. Y son mujeres, no «niñas», a las que
sus padres saharauis privan de libertad y de todos sus derechos sometiéndolas a
una actitud discriminatoria y de abuso de poder, permitido por las autoridades
del Frente Polisario. Tampoco el Gobierno español reacciona, ni la sociedad.
Resulta más fácil ignorarlas a ellas y a la situación de vulnerabilidad creada,
que reconocer y enfrentar que también hay violaciones de los Derechos Humanos
en los campamentos, que deben ser monitoreadas y erradicadas con urgencia.
Se cumple un mes desde que Maloma
Morales de Matos fue secuestrada por su padre saharaui -con ayuda de otros
familiares- y retenida ilegalmente contra su voluntad en el campamento de
Smara. Un mes fatídico para las cuatro mujeres que en estos momentos copan las
denuncias activas públicamente sobre víctimas de esta situación de
vulnerabilidad, que mezcla en una coctelera convicciones prejuiciosas,
tradiciones sociales antidiluvianas y cuestiones de índole religiosa con la
falta absoluta de procedimientos y políticas gubernamentales de protección,
defensa y salvaguarda de los Derechos Humanos de las mujeres retenidas, en una
flagrante violación de la propia Constitución saharaui y de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos.
Un mes éste en el que las vacaciones
navideñas dan siempre una tregua a las jóvenes en sus estudios para hacer un
viaje a los campamentos, del que no regresan. Un mes en el que se han cumplido
5 años del secuestro y la posterior desaparición forzada de Koria Badbad Hafed
(la única de la que no se ha vuelto a saber nada) y dos años de las retenciones
de Nahjiba Mohamed Belkacem y Darya Embarek Selma, casos que se unen a otros
muchos, como los deJadama Brahim, Maimouna Bachir, Aisah Embarek, Fatimetu Ali
o Hurria Hamudi.
Y con los secuestros de Maloma
Morales y las demás jóvenes saharauis sobre la mesa, laAsociación de Amistad
con el Pueblo Saharaui de Sevilla (AAPSS), que además organizaba el grupo del
viaje del que Maloma no regresó, presenta a bombo y platillo el «Curso para la
Observación de los Derechos Humanos», con la colaboración de la Universidad de
Sevilla y laUniversidad Pablo de Olavide, financiado por laAgencia Andaluza de
Cooperación Internacional al Desarrollo (AACID), sin una sola palabra respecto
a las denuncias de violaciones de Derechos Humanos en los campamentos de
refugiados saharauis de Tinduf, en Argelia. Probablemente, el próximo día 20,
Abidin Bucharaya estará presente en la inauguración del curso (que es un acto
público), en la conferencia «¿Cuál es el sentido de la observación e
investigación en los Derechos Humanos? Respuesta desde las víctimas y desde la
investigación», con Aminetou Haidar (CODESA),Brahim Dahane (ASVDH) y Carlos M.
Beristain (HEGOA/UPV).
No puedo comprender tanta
hipocresía… Hablar de Derechos Humanos y de libertades, con opiniones
condicionadas y parciales, exigiéndolos para unos y negándoselos a las otras.
¿Igualdad? ¿Empoderamiento de la mujer saharaui? ¿De qué están hablando? Hay
muchas mujeres mayores de edad sin libertad, sin derechos en los campamentos.
Retenidas contra su voluntad, obligadas a casarse y a someterse a la autoridad
de unos padres que no respetan ni sus propias leyes, ante una sociedad
impasible que normaliza la situación y echa la culpa a la cultura occidental de
los padres de acogida, a quienes exprimen sin rubor durante años. ¿Queréis
hablar de Derechos Humanos en el Sahara Occidental? Hablemos, pero con
transparencia, con todas las cartas sobre la mesa y con la exposición de todos
los casos individualizados, amparando y dando también herramientas a las
familias de acogida españolas por una vez, buscando soluciones y mediando para
la resolución de cada problemática. Que el caso de Maloma Morales, por ser
española, sea la punta de lanza que abra en canal las entrañas del engaño en
que vivimos cegados por una causa en la que creemos, pero que se manipula a
conveniencia sin tener en cuenta que los Derechos Humanos son para todos y para
todas, y deben ser protegidos, defendidos y salvaguardados exactamente igual en
cualquiera de las realidades en las que se divide el pueblo saharaui. Porque no
hacerlo supone actuar en connivencia con una injusticia.
Se puede defender el derecho a la
autodeterminación del pueblo saharaui sin que ello suponga tener que comulgar
con ruedas de molino, asumiendo por buenas tantas situaciones que sólo son
fruto de la corrupción y de la injusticia. Los Derechos Humanos son para todos
y son inalienables.