Desgraciadamente
vivimos en la era del cinismo y la desvergüenza total. Ya lo dijo Antonio
Machado, por boca de Juan de Mairena, que el mundo se anegaría en una gran ola
de cinismo. Estamos abocados, escribió don Antonio, “a una gran catástrofe
moral de proporciones gigantescas, en la cual sólo queden en pie las virtudes
cínicas. Los políticos tendrán que aferrarse a ellas y gobernar con ellas.
Nuestra misión es adelantarnos por la inteligencia a devolver su dignidad de
hombre al animal humano.”
Actualmente, las personas cínicas, desafortunadamente, ya no tienen nada que ver con aquellos clásicos filósofos de la antigüa Grecia. Ahora, según el diccionario de la RAE, cínica se dice de la persona que actúa con falsedad y desvergüenza descaradas y es insolente, caradura, impúdica y con un alto nivel de desconfianza hacia las y los demás; y, además, suele mentir a la hora de argumentar o dialogar con alguien, todo por llevar la razón y que no se vean sus objetivos ocultos (su razón), además de menospreciar los argumentos ajenos. Si lo traducimos al lenguaje coloquial para que se entienda algo mejor, sobre todo para que el mensaje pueda ser descifrado por las cínicas y cínicos de la actualidad, son personas que se comportan mal y hacen daño sin avergonzarse ni disimularlo. En definitiva, el término permite hacer referencia a la impudencia, la impudicia, la obscenidad descarada y la falta de vergüenza de algunos y algunas a la hora de mentir o defender acciones que son condenables, menos los días señalados en el calendario de las conmemoraciones, que toca defender lo contrario cara a la galería… y a sus posibles votantes.
Quienes sabemos de estas cosas, no nos queda más remedio que decir que las y los cínicos del siglo XXI atesoran, además, marcados rasgos egocéntricos, considerando que sus ideas están por encima de las de otras personas, a quienes infravaloran y a quienes por la conocida Ley del Espejo, acusan de ser lo que ellas y ellos proyectan. Y eso deberíamos empeñarnos en cambiarlo, como tantas otras cosas.
Para esas personas indignas conviene trasladar al lenguaje de hoy aquellas recomendaciones que hace Erasmo en su retrato del buen gobernante/líder en su “Institutio Principis Christiani”: si actúas personal, política y profesionalmente desde la honradez intelectual y la integridad; si eres independiente, leal y comprometido; si buscas la verdad y das ejemplo, si has sido líder queriéndolo o sin quererlo, tendrás la satisfacción de cumplir con el deber, de cumplir con la Razón, de cumplir con la virtud de la excelencia y de la Ética. Es decir, habrás finalizado tu tarea y contribuido a que triunfe la revolución más difícil, la transformación moral de las sociedades y los pueblos. Si no, escribirás en tus estados de WhatsApp la consigna vacía e hipócrita del 25N de turno, cuando todo el mundo sabemos y padecemos, sobre todo las víctimas a las que decís que hay que creer y defender de sus agresores y acosadores, que sólo estáis practicando lo que actualmente se conoce como “postureo”, es decir, no salís de esa actitud artificiosa e impostada que habéis adoptado por conveniencia personal, que ni siquiera partidista visto lo visto, o sencillamente por presumir.
Fíjense cómo comenzamos y dónde hemos terminado, con personas que aspiraban a identificarse con la figura del perro, por la sencillez y desfachatez de la vida canina, que usaban barba, llevaban alforja y cayado, practicaban juegos de palabras a manera de metodología, que proponían ideas y teorías; a estos y estas de ahora que afirman una cosa y realizan la contraria; que defienden hoy un pensamiento y mañana el contrarío sin tan siquiera sonrojarse, e incluso negar al otra día, con una amplia sonrisa en la cara, haber efectuado ninguna de las dos. Y ello viene a convencernos de que efectivamente cínico y perro (o perra), sobre todo si es faldero, viene a ser lo mismo.
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