Esta pregunta parte
de una aseveración que hizo en su momento el escritor, orador y humorista estadounidense
Mark Twain, conocido sobre todo por su novela “Las aventuras de Tom Sawyer” y
su secuela “Las aventuras de Huckleberry Finn”, dos obras que me traen muy
buenos recuerdos, porque fueron mis primeros libros “sin dibujitos”, libros,
libros como tal que yo leí cuando apenas contaba 7 años de edad.
Pero para no perderme
por vericuetos literarios, volviendo a lo que Mark Twain dijo y en respuesta a
la pregunta que formulo, esto sucede porque cuando alguien sostiene una
creencia fundamentalmente arraigada y se le presentan pruebas que van en contra
de esa idea, la nueva evidencia no podrá ser aceptada porque se crea una
sensación incómoda llamada “disonancia cognitiva”.
Debido a que es tan
importante proteger esa creencia, automáticamente se ignorará e incluso se
negará con todo tipo de excusas aquella información que ponga en peligro su
ideología.
Es
innegable que vivimos momentos en donde el “frente de batalla” se está
librando en el mundo de la información: redes digitales, periódicos, televisión.
Una larga lista de medios que andan luchando entre sí por dar una visión
certera de la narrativa de lo que acontece en el día a día en el mundo,
pensando en global, y en los pueblos o ciudades, incluso comarcas, pensando en
términos locales.
Es innegable que las redes digitales
han facilitado democratizar la información, pero también la mentira:
información y desinformación, verdad y posverdad se encuentran entreveradas de
la misma manera que “el tocino y la carne del jamón”, como diría un buen amigo
mío. Se nos alienta a no compartir información que no sea “contrastada” y se
nos alerta de los posibles bulos, pero no se nos estimula a desarrollar un
criterio más preciso sobre la información existente. Culpar a las demás personas,
a los grupos o colectivos; insultarles a la primera de cambio; acusarles, como
hoy mismo ha hecho alguien conmigo cuando se ha atrevido a poner en cuestión mi
“moralidad” porque he utilizado el vocablo compuesto “tonto útil”, un término
sociológico conocido y reconocido usado en el ámbito sociopolítico, se
convierte en la munición predilecta en el frente informativo de las “redes
digitales” como facebook, no nos elude de nuestra
responsabilidad a la hora de crear significado.
Más
que nunca, nuestra capacidad para construir con sensatez una comprensión
certera del mundo que nos rodea es vital para poder lidiar de manera efectiva
con los diferentes escenarios que estamos gestionando y que nos tocará
gestionar en el futuro. En estos
tiempos, ser crítico es extremadamente fácil, pero construir nuestros
pensamientos y juicios con criterio se convierte en algo treméndamente difícil. El pensamiento crítico y las habilidades necesarias para
ello son totalmente fundamentales y no únicamente una actividad reservada para las
y los intelectuales o las pretendidas fuentes de autoridad, ya sean éstas
políticas, científicas o académicas. Muchísimo menos cuando esa supuesta "fuente
de autoridad" sí que actúa de forma poco ética –no voy a decir inmoral porque la
moralidad es otra cosa- y emana de un partido político que, utilizando
subterfugios, crea un problema para manipular a la ciudadanía presentándose
como adalid de la lucha contra ese problema. Y digo crea un problema, porque
quienes lo crean, mantienen y sostienen son miembros o simpatizantes de ese
partido político. Y me refiero claramente y sin tapujos al Partido Popular, en
este caso de mi pueblo, que ha posicionado peones desestabilizadores e
incitadores de odio en las redes digitales para mantener encendidas las llamas
de la saña, el rencor, la rabia y la fobia ya no contra un gobierno, sino
contra personas que conforman el gobierno o contra cualquier otra persona que
tenga, según su criterio, la osadía de decir lo que piensa y afearles la cobardía
y la falta de ética política y personal.
Mark Twain llegó a una conclusión que puede
arrojar algo de luz sobre esta dificultad que tenemos como seres humanos para
pensar de forma crítica -no confundir con criticar, afición de las y los
cotillas de ciertos grupos locales de Facebook- acerca del mundo y de nosotros
y nosotras mismas. En primer lugar, hemos de partir de la base de que la mayor
parte de nuestros juicios y opiniones no son propios, sino herencia del
pensamiento social que hemos incorporado: padres y familiares, educación
formal, entorno cercano, medios de comunicación, redes digitales, etc. Esto
significa que cuando hacemos “nuestras” las ideas, en gran medida son el fruto
de reflexiones elaboradas por otras personas, y se nos entregan como “producto
acabado”. Un ejemplo: “cuelguen en los balcones de sus casas una pancarta para reivindicar
un aire limpio para el pueblo”. La reivindicación podría parecer etérea, sin
destinatario final, pero quienes han orquestado la campaña desde el Partido
Popular, aunque no la firmen ni rubriquen, saben a ciencia cierta que las “tontas
y tontos útiles” –recuerden, es un vocablo compuesto que se utiliza como término
sociológico- van a terminar asociando la campaña con una reivindicación ante la administración pública
local y el equipo de gobierno, cuando no una culpabilización implicita y explícita directa de la situación objeto de la campaña de marras.
No pretendo ser exhaustiva en la
explicación de este proceso, pues en él intervienen muchas habilidades de
pensamiento -deductivo, inductivo y abductivo-, pero sí que nos sirve de punto
de partida para comprender la pregunta con la que abría: una vez que asumimos una idea, “depositamos”
parte de nuestra identidad en ella, y por ende comprometemos nuestra autoestima
y autopercepción. Aceptar que no estamos en lo cierto supone,
en cierta medida, una “herida narcisista”. Nuestro ego se convierte en algo
frágil y quebradizo como el cristal de una vidriera, que puede verse amenazado
y dañado por visiones diferentes. Es más, si asumimos que lo que pensamos está
equivocado, nos arroja muchas veces al conflicto de tener que hacer algo al
respecto, como por ejemplo pedir alguna que otra disculpa –si puede ser pública,
mejor que mejor-. Algo que nos saca de nuestra consabida “zona de confort”.
De ahí que,
si aceptamos como ciertas una conclusión, un ideal, o una opinión, no solemos
someterlos a escrutinio o, al menos inconscientemente, evitamos cuestionarlos,
buscando contraejemplos de ellos, empobrece mucho
nuestro proceso de pensamiento, ya que renunciamos a poder pensar más
certeramente, en pos de mantener protegida nuestra autoestima. Buscamos verificación, pero no buscamos
falsación.
Y
para acabar, en respuesta directa al señor que con un exabrupto esta mañana me
interpeló directamente en las redes digitales poniendo en duda no solo “mi
capacidad intelectual, mi moralidad y mi respeto a la ciudadanía”, he de
decirle que en un contexto filosófico, la ética y la moral tienen diferentes
significados. La ética está relacionada con el estudio fundamentado de los
valores morales que guían el comportamiento humano en la sociedad, por ejemplo,
falta de ética política es la que ha demostrado y demuestra el PP al no salir
de frente, logo y rúbrica incluida, en la organización de una CAMPAÑA POLÍTICA –completamente
lícita, la organización de la campaña quiero decir- para generar por detrás
enfrentamientos y romper la cohesión social.
Por
otro lado, la moral se refiere a las costumbres, normas, tabúes y convenios
establecidos por cada sociedad. Y hasta donde yo sé, soy una mujer que no solo
actúa de forma ética y coherente con sus principios sino que, además, al
hacerlo de forma abiertamente pública, también cumple con los principios éticos
de los que se ha dotado. ¿Podrán decir todos lo mismo, incluido quien se ha
atrevido a interpelarme no con argumentos sino con insultos?
De
la capacidad intelectual y de la capacidad de oratoria podemos hablar otro día.
Isabel
Galeote Marhuenda
NOTA:
Un
ejemplo de ética política sería asumir las campañas que se organizan desde un
partido político para que la ciudadanía identificara quién está detrás de qué y así poder decidir realmente si apoyan o no la causa planteada. Ética
política es salir a convocar la campaña con el cartel que he utilizado como imagen de esta entrada de Blog que, por descontado, he "tuneado" yo misma, puesto que se
trata de una campaña política de un partido político con nombre y apellidos, no
de un “movimiento ciudadano”, que lo del currículum oculto no es tan oculto como parece.