Que Marruecos es una monarquía absoluta que ha demostrado muy poco
respeto por los derechos humanos, es algo que sabemos de sobra
. Que bajo el reino de Hassan II cientos de
personas fueron desaparecidas, detenidas por razones políticas o
exiliadas también es algo de dominio público. Que su sucesor, su querido
y execrable hijo Mohamed VI ha liberado a algunos presos políticos en
un intento de congraciarse con quienes le acusan de ser igual que su
odiado (odiado por él y por muchos otros) padre, pero que muchos
continúan en la cárcel en condiciones infrahumanas y siendo víctimas de
torturas terribles y que muchos otros no terminan de entrar en ellas
también es más que sabido. Y es que verán ustedes, la tortura es
utilizada frecuentemente en ese país amigo de la Unión Europea bajo las
órdenes de ese Sultán amigo, con la consideración de familia del Rey del
cual somo súbditos los españoles. La impunidad impera y campa a sus
anchas y la barbarie y la provocación de quien se siente indemne, porque
ningún organismo internacional, ni ningún país, nadie le va a hacer
nada, ya se ha dicho, campa a sus anchas. Bajo la oscuridad de la noche y
en vísperas de un día festivo como fue el domingo pasado, un Tribunal
marroquí ha promulgado unas penas muy severas contra un grupo de
personas pertenecientes a un territorio calificado por la comunidad
internacional como Territorio No Autónomo. Ya saben que me estoy
refiriendo al Sahara Occidental y ya les digo yo que me refiero al
Pueblo Saharaui. Este fin de semana, un fin de semana extraño, al menos
para mí en muchos aspectos y sentidos, muchas personas hemos estado
pendientes de lo que ocurría en Rabat, y aunque en nuestro fuero interno
sabíamos que el resultado de esta farsa de juicio desarrollado iba a
ser una ignominia más contra ese pueblo hermano, no dejó de afectarnos
como un cubo de agua helada que nos volcaran sobre la cabeza. De
afectarnos, sí, pero no de paralizarnos, como tampoco van a paralizar a
la compañera Uxía Castro, miembro de Resistencia Saharaui, que está ahí
al pie del cañón, sin importarle tampoco si es sábado, domingo o fiesta
de guardar, con esa sensibilidad y energía que da el ser joven y el ser
mujer, pero sin maniqueísmos ni puestas en escenas mediáticas como las
que hemos visto últimamente como las protagonizadas por una tal Talegón
que dice ahora ser "revolucionaria.
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