La feminista Gail Pheterson dijo en su momento que “la
liberación de las mujeres se halla ligada a la liberación de las prostitutas ya
que, mientras eso no suceda, cualquier mujer puede ser llamada ‘puta’ según la
conveniencia del orden patriarcal.”
Cuando de estigmatizar se trata, la deleznable sociedad
capitalista y patriarcal y las infectas personas que la sostienen, consciente e inconscientemente, por costumbre aceptada y con sus palabras y sus hechos, se las pintan solas para tachar
de “puta” o amenazar con hacer un señalamiento público, también tildando de “puta”,
a cualquier mujer que, enfrentándose a resistencias varias, se atreve a hablar
en voz alta y a denunciar situaciones que considera injustas.
Estas personas, pseudoadalides y pseudocaudillas de la
libertad, usan esta palabra para intentar insultarnos a mujeres que nos
comportamos de forma libre, ¡que somos libres! A mujeres que nos defendemos de quienes nos atacan,
sobre todo de quienes esperan y exigen que nos quedemos calladas.
¡Qué incoherentes! ¡Cuánta contradicción entre lo que dicen
ser y pensar y lo que realmente son, hacen y piensan! ¡Qué rapidez a la hora
de apuntar con el dedo a las demás personas inventando una paja en el ojo ajeno
cuando la viga no le cabe en el propio! ¡Qué quebranto que sea siempre para
intentar pordebajearnos a las mujeres! ¿Será que se perciben tan pequeñas e
inferiores que advierten la necesidad de intentar hacerlo siempre, para así
poderse sentir superiores?
Hipócritas, asquerosos y asquerosas hipócritas. Hay quien no
comprende que nadie puede desprenderse de SUS derechos inalienables, ni
siquiera por voluntad propia, y la esclavitud y el sometimiento de las mujeres, ni son voluntarias ni son residuales. Y
para impedir que defendamos esto, salen los y las machistas de "pseudoizquierda" a esgrimir el único argumento en contra al que pueden apelar: sólo se les ocurre llamarnos “putas” o
amenazar con contar a los cuatro vientos pecados inexistentes e inconfesables, con el único intento
de exponernos al escarnio público para desprestigiarnos como mujeres, pero
sobre todo, con el propósito de evitar que nuestras palabras tengan eco en un intento de restarles credibilidad, ya que son sabedoras de lo que ese insulto, esa etiqueta, supone y de lo que subyace a nivel social. No se atreven al debate cuerpo a
cuerpo con argumentos, razonamientos, juicios y tesis, y menos aún con respeto. Y
porque son incapaces y lo son intelectual, ética, moral y políticamente, sólo
enarbolan el termómetro del juicio moral con el que nacemos todas las mujeres
de este mundo y que mide y controla nuestra sexualidad. Imagino que el mismo
termómetro que le aplican y permiten le sea aplicado a SUS HIJAS, SUS HERMANAS,
SUS MADRES y a ellas mismas en el caso de tratarse de mujeres quienes utilizan
este ignominioso insulto y practican esta despreciable forma de acoso y amenaza… ¡Ah, claro,
que las ‘putas’ sólo somos las demás mujeres!. Tranquilas, como siempre ha
existido la “clase” y “el saber estar”, nosotras, las mujeres que somos
llamadas “putas” o amenazadas de ser llamadas así públicamente por ser libres, no utilizamos la
misma medicina, aunque todo el mundo sabe que no hay mejor terapia que aplicar el fármaco que nos hacen tomar para desarrollar de golpe y porrazo la capacidad
de empatía en quienes lo suministran. Pero lo dicho, tranquilas…
El caso es, que entiendo por qué nos llaman “putas”. Son
víctimas de esta sociedad capitalista y patriarcal que dicen enfrentar, sobre
todo cada “8 de marzo” y “25 de noviembre” cuando participan en actos asfálticos y se ponen lacitos ¡o incluso cuando los organizan! Son sencillamente personas
machistas, otras de tantas que piensan así y por tanto lo demuestran a la mínima oportunidad, aunque lo nieguen con discursos y autosoflamas mentirosos y lo disimulen con "camisetitas moradas". ¿Pero saben qué?, no las justifico, a ellas no, porque presumen de
tener conciencia de género e incluso algunas, hasta conciencia de clase, cosa
que ya ha quedado más que demostrado que se trata de aquello de “dime de qué
presumes y de diré de qué careces”, falacia más o falacia menos en la que se
retratan solas y voluntariamente. Por supuesto tampoco las perdono, como tampoco olvido y
tomo buena nota porque, a buen seguro, el inglés (o la inglesa) pagará el vino
que se bebió, ¿y saben por qué?, porque las marcas de la violencia de este
mundo sobre las mujeres desde hace siglos, las combato a sangre y fuego… a
sangre y fuego… y a los y las troles machistas y fascistas, incluidos a quienes poseen un carnet o título de demócratas, con más ímpetu y
ganas, ¡y no saben con qué ímpetu y con qué ganas!, si lo supieran no lo harían, ni se les pasaría por la frente.
He dicho.
Isabel Galeote Marhuenda
1 comentario:
Excelente escrito Isabel. Les has puesto en su lugar. Has descrito y desenmascarado el y la machista con pose "progresista" que se esconde tras el insulto el chantaje y la descalificación usados sin pudor contra quien piensa diferente y por ende escapa a sus maniqueos y sectarios puntos de vista.
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