El Ejercito de Liberación Nacional (ELN) y
Las Fuerzas armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo
(FARC-EP), inspirados en los más profundos sentimientos de hermandad,
solidaridad y camaradería, con optimismo y elevada moral de
combate, estrechados en un fuerte abrazo de esperanza en el cambio
revolucionario, nos hemos reunido para analizar la situación política
nacional e internacional, los problemas de la guerra y de la paz en
Colombia y avanzar en el proceso de unidad que desde el año 2009 venimos
forjando paso a paso, con el propósito de hacer converger ideas y
acciones que permitan enfrentar junto al pueblo a la oligarquía y al
imperialismo como elementos que imponen la explotación y la miseria en
nuestra patria.
Indoblegable determinación nuestra, es continuar la búsqueda de una
paz que para Colombia y el continente signifiquen el establecimiento de
la verdadera democracia, la soberanía popular, la justicia social y la
libertad. Realizamos esta reunión, en momentos en que se desarrolla la
más profunda crisis del sistema capitalista mundial, caracterizada por
una desaforada carrera de guerras de invasión, saqueo y sobreexplotación
de los recursos de la naturaleza, precarización de las condiciones de
trabajo, que condenan al hambre y la muerte a millones de seres humanos
en un planeta conducido por la voracidad del imperialismo, hacia el caos
y la destrucción.
En nuestra patria las calamidades generadas por este sistema de
inhumana sobre-explotación y exclusión de las pobrerías, ha escalado la
desigualdad y profundizado la confrontación de clases en dimensiones
nunca antes vistas, las cuales derivan directamente de la aplicación
sostenida y desbocada de políticas neoliberales que favorecen a los
grandes grupos financieros y grandes corporaciones transnacionales, en
detrimento de las mayorías nacionales. Dentro del panorama internacional
de crisis sistémica del capital, que muestra sus rostros múltiples de
debacle financiera, económica, ambiental, urbanística, energética,
militar, política, institucional, moral y cultural, Colombia se
configura como un país de economía reprimarizada y financiarizada.
A esa condición la han llevado los detentadores del poder, para
permitir el saqueo que significa la extracción desaforada, el robo de
sus recursos naturales y la especulación financiera. Millones de
compatriotas han sido lanzados a la miseria y la guerra, impuesta por
las élites para acallar la inconformidad de las mayorías frente a esta
iniquidad. El gobierno de Juan Manuel Santos fue instaurado para
garantizar la continuidad de los planes de desposeción por despojo que
sobre el pueblo colombiano impone el imperialismo.
Una nueva espacialidad del Capital
acompañada de ordenamientos jurídicos y disposiciones militaristas de
seguridad y defensa inmersas en la vieja Doctrina de la Seguridad
Nacional y terrorismo de Estado, se afianza en nuestro país para blindar
los “derechos” del capital, el bienestar de los ricos a costa de los
trabajadores y del pueblo más humilde. Dentro de esa perspectiva se
define la nueva etapa de despojo de tierras que hoy se disfraza con el
falso nombre de restitución. En la práctica, a los millones de
desplazados y víctimas de las sucesivas etapas de despojo violento
auspiciadas por el Estado, se suman ahora nuevas legiones de campesinos,
indígenas, y gente sencilla en general, a los que se les arrebatará o
se les niega ya la tierra mediante procedimientos de engañosa legalidad,
engrosándose aún más las cifras de pobreza y de indigencia que colocan a
Colombia en el rango del tercer país más desigual del mundo.
Es este el sentido cruel de la seguridad inversionista y de la
prosperidad que difunde el presidente Juan Manuel Santos, mientras se
sigue encarcelando, asesinando y reprimiendo a sus opositores. Frente a
esta realidad no puede haber otro camino para los revolucionarios que la
unidad y la lucha, la acción de masas en las calles, el levantamiento
popular en el campo y las ciudades, retando la criminalización de la
protesta y exigiendo al gobierno reales hechos de paz, que no pueden ser
otra cosa que hechos de solución a los problemas sociales y políticos
que padecen las mayorías por cuenta del terrorismo Estado de la casta
gobernante cuyas tendencias más guerreristas han conducido los destinos
del país durante la última década.
No es con demagogia y amenazas de represión y más guerra que se
pondrá fin al conflicto. No es con más compra de material bélico ni
entregando el país al pentágono que se alcanzará la paz; no es con
planes guerreristas y de tierra arrasada, como el “Plan Patriota” o el
“Espada de Honor” como se logrará la reconciliación de los colombianos.
Mucho menos dando ultimatums a la insurgencia a partir de la idea vana
de que la paz sería el producto de una quimérica victoria militar del
régimen, que lleve de rodillas a la insurgencia, rendida y
desmovilizada, ante ese adefesio llamado marco jurídico para la paz.
Nuestra voluntad de paz radica en el convencimiento de que el destino
de Colombia no puede depender de los intereses ruines de la oligarquía.
Los cambios políticos y sociales con la participación y decisión plenos
del pueblo son una necesidad y un requerimiento inevitable. Por ello la
unidad y la movilización del pueblo en favor de los cambios
estructurales para, sobre la base de la justicia, construir la paz, son
la verdadera llave de su conquista.
Con pasos firmes de unidad en el pensamiento y en la acción, fraternalmente,
COMANDO CENTRAL, ELN.
SECRETARIADO DEL ESTADO MAYOR CENTRAL, FARC-EP.
Montañas de Colombia, septiembre de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario