“Era un 4 de diciembre
cuando tomamos la calle,
era un 4 de diciembre
cuando dijimos que verde y blanca
era nuestra sangre.
Andaluces levantaos,
desde el trigo hasta la mar,
un 4 de diciembre
luchamos por nuestra gente,
los pueblos y la humanidad”.
Es 4 de diciembre. Tal día como hoy, hace 42 años, Andalucía entera se echó a la calle a reivindicar nuestra autonomía. Al calor y color de miles de banderas blancas y verdes, los andaluces y las andaluzas llenaron las avenidas de las capitales de las ocho provincias. También las de Barcelona, donde los miles de expulsados de esta tierra por la pobreza secular a la que nos sometieron los fascistas, acompañaron con sus gritos a sus hermanos y hermanas del sur.
¡Ay, el sur… los sures! Ese que aprendimos a amar, añorar y defender desde la lejanía, porque nuestros padres, esos que tuvieron que salir dejando su corazón atrás, así nos lo enseñaron. Sí, se gritó alto y claro que éramos y somos una comunidad histórica, un pueblo digno que no quisimos ni queremos hincar la rodilla en tierra ante nadie. Andalucía ganó el 151 para sí, para los pueblos y para la humanidad.
Un 4 de diciembre tiñó de rojo sangre, que no de rojo gualda, las calles de Málaga. Segaron la vida de Manuel José García Caparrós con una bala asesina del régimen. Este joven sindicalista solo quería colocar la arbonaida, nuestra bandera, en el lugar que se merecía. Un acto valiente cargado de simbolismo por el que tuvo que pagar un tributo muy alto. 18 años, su vida entera le arrebató el fascismo, ese que se resistía a retirar sus asquerosas zarpas de su presa: Andalucía.
Resistencia es lo que hemos encontrado durante todos estos años. Resistencias que no se han combatido bien. Resistencias que arrojan a la luz, ahora, a gentes malparidas que no reconocen a Caparrós como un andaluz ilustre. Que quisieran echar tierra sobre su memoria, la misma que cubre y sepulta miles de vidas tronchadas y escondidas en las cunetas. Miserables que sólo saben regurgitar lo que les corroe por las entrañas: mierda en forma de chanza y provocación. Gente canalla y mezquina que, arropada por yugos y flechas; envalentonada por las pantallas modernas que esconden y resguardan su cobardía, se atreven a mencionar a Lorca queriendo volver del revés lo que es por derecho. A Lorca y a Caparrós los asesinó la misma bala. Los consagró como andaluces ilustres el mismo régimen, porque los dos lucharon por lo mismo, por una Andalucía libre de señoritos terratenientes y de perros y perras que bailan al son del graznido de una gaviota. También en mi pueblo, como no podía ser de otra manera.
¡Viva Andalucía libre y soberana!
Isabel Galeote
Imagen: entierro de José Manuel García Caparrós. Un padre destrozado que le sobrevivió solo cuatro años. Su mujer le tomó delantera rota por el dolor. Murió dos años después del asesinato de su hijo.
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