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domingo, 23 de febrero de 2020

MEMORIA HISTÓRICA: NO SE PUEDE ABRIR UNA HERIDA QUE NO SE HA CERRADO




Isabel Galeote Marhuenda

¡Claro que la historia de “El Republicano” no era conocida entre los franquistas de mi pueblo ni sus chivatos! ¿Qué querían? ¿Que fueran a contársela para acabar en la cárcel represaliadas y represaliados? ¿O torturadas y torturados por “Pitalúa”? ¿O con un tiro en la nuca y en una cuneta?
No se puede abrir una herida que no se ha cerrado. Si dotar a las víctimas de un mínimo de dignidad os abre heridas, pues sangrad, no importa. Los herederos del franquismo han dejado paso a los herederos del cinismo. Aquí no hubo una guerra contra un enemigo común, aquí hubo una guerra entre unos golpistas fascistas y los defensores y las defensoras de la legalidad constitucional de la II República, emanada de unas urnas. Ya es tiempo de construir una memoria democrática y digna en este país. No ha sido posible hacerlo con posfranquistas y sus advenedizos adversarios actuales; pues se hará sin ellos. No importa vuestro dolor fingido, no importan vuestras heridas impostadas, ni si se abren, sangran, supuran o se gangrenan. Ya hemos soportado bastante tiempo sin cerrar las de gente inocente y habéis dejado pasar la oportunidad de ser decentes.
Resulta curioso comprobar cómo quienes se rasgan las vestiduras, son descendientes o cómplices de la estirpe que asesinó a población no combatiente e infringió mucho sufrimiento a través de una represión férrea a demócratas y familiares, una vez acabada la contienda. También descendientes de cómplices que fueron premiados con el patrimonio robado -casas y tierras- a sus legítimos dueños, quienes fueron represaliados después de ser señalados por quienes las codiciaban. Sólo es necesario formarse e informarse un poquito y dejar de cantar de oídas de una puñetera vez, porque las canciones que repite alguna gente en redes sociales, como mantras, están muy, pero que muy desvirtuadas y manipuladas. Ahí faltan muchas notas musicales, muchas letras y palabras que podéis ir a buscar en las diferentes resoluciones e informes de Naciones Unidas o en el cuerpo jurídico del Estado español, con Leyes promulgadas. Eso sí, os advierto de que vuestra España rojigualda, de toros y pandereta, no queda muy bien parada.
¡Digo! Os remito también a la Organización de Naciones Unidas, por aquello de que la legalidad internacional nos ampara. Aunque claro, igual en los títulos que reparten universidades privadas a las que se ha accedido para poder comprar uno, ya que sin selectividad no se puede entrar en una universidad pública, esa asignatura, la de la democracia y la libertad; la de la garantía constitucional y la defensa de los derechos humanos, no se imparte o no es necesario aprobar para la expedición del cartoncito final de grado o máster.
Y sí, está muy bien que los franquistas (y fascistas), crean que su anonimato queda resguardado cuando se manifiestan públicamente a través de las redes sociales. Está muy bien, porque así se significan e identifican solitos y solitas. Las gentes de izquierda, jamás hemos sentido vergüenza en que nos señalen como tales, porque no es lo mismo defender la democracia y la libertad, que dar la pelea para implantar e imponer un Estado fascista donde los derechos humanos, sociales, laborales y culturales, donde la justicia social en definitiva, brillen por su ausencia. Y sí, soy roja, soy comunista y libertaria, y a mucha honra, la misma que se ganó quienes me precedieron. Quienes no queréis que la historia se cuente o se siga contando como se inventaron vuestros antepasados, esos que impusieron terror a punta de pistola, pared de cementerio y explotación de trabajadoras y trabajadoras, es porque tenéis mucho que ocultar. Eso es así.
Como dice Antonio Maestre, no importa nada de lo que yo pueda sentir o decir, soy una excepción irrelevante. Esto es lo que quieren oír las y los posfranquistas y sus correligionarios equidistantes: que la memoria histórica es la búsqueda de revancha, de venganza, de apertura de trincheras. Pero la realidad es otra, y la marcan los ojos y voces tenues de aquellas personas que esperan a pie de fosa sostenidas en un bastón o sentadas en una pequeña silla de playa mientras las Asociaciones por la Recuperación de la Memoria Histórica buscan los restos de sus familiares en una cuneta olvidada. Basta con acercarse a ellas y mancharse las botas con la arena que rodea los huesos de las represaliadas y los represaliados. Solo importa lo que buscan y quieren las víctimas del franquismo; descanso y paz. Acabar con el dolor que tanto tiempo llevan soportando con dignidad. Limpiar el honor de sus familiares muertos, desaparecidos o represaliados. Que sus nombres no se olviden. No saben lo que es el rencor. Cada vez que hablan con cualquiera que quiera oírles, enseñan que llevan muchos años sufriendo para no deseárselo a nadie más. Ya es hora de devolverles algo de lo que tanto nos han dado. Fueron y son lo mejor de nuestra matria. Aquí se quedó, mandando, lo peor de lo peor.
¡Ni perdón, ni olvido!
¡Verdad, justicia y reparación!
NOTA: “Pitalúa” era un guardia civil muy malo, muy malo, malísima gente, un sádico estilo “Billy El Niño” que estaba en el cuartel de Campillos y que disfrutaba torturando a quienes debían presentarse todas las noches en el cuartel porque estaban señalados como “rojos o rojas”. También disfrutaba imponiendo terror, este hijo de hiena, este genufléxico de los fascistas del pueblo.

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