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miércoles, 20 de octubre de 2010

LA MEJOR Y LA PEOR GENTE


Alberto Cerón Díaz
“la cuña que más aprieta es la del mismo palo”
Sabiduría popular

La mejor gente que he conocido a lo largo de mi vida, sin duda alguna, es la gente de izquierda. Algunos militan en partidos de izquierda; otros trabajan en verdaderas ONGs, no en las OSGs,(organizaciones si gubernamentales) disfrazadas de ONG. Les he encontrado en sindicatos, en organizaciones barriales, dictando clases en diversos espacios académicos, conduciendo el autobús, en el mercado, en iglesias de todos los credos, buscando empleo, dejando como legado a su clase el testimonio de vida, esforzándose por ser coherentes, es decir, en la cotidianidad propia de estos tiempos. Casi nunca les he visto posando de dirigentes de nada. Menos, concursando a ver quién es el mejor “escribidor” de manifiestos o sesudos postulados filosófico-políticos. En ningún caso desarrollando luchas fratricidas e intestinas por poseer “podercitos”, tales como la representación de tal o cual colectivo, menos aún, la presidencia de este u otro sindicato, partido, ONG, o cualquier colectivo, por “chiquito” y placebo que sea para curar los males que enferman nuestra sociedad.

Estas buenas gentes, difícilmente confunden principios con intereses. En su gran mayoría prefieren el anonimato. Jamás se aprovechan de las miserias y tragedias de los pueblos para, desde ahí, derivar el sustento diario, de la misma manera que las sanguijuelas se nutren con sangre ajena. Mucho menos se acomodan en sus sillones de burócratas a esperar cuál es el conflicto local, nacional, o global que pueda dar más publicidad o que esté de moda; espacios donde su esnobismo sea menos palpable y más rentable. La solidaridad es un modus vivendi para estas personas. La construcción de confianzas es el ejercicio permanente de su cotidianidad, basado siempre en la pedagogía de los hechos.

La mayoría de estas personas están hastiadas de pomposos simposios, conferencias magistrales, seminarios rimbombantes, encuentros de visionarios tuertos, debates estériles basados en el ejercicio de ver "quién gana y quién pierde”. Jamás en la dinámica de "qué voy a aprender o qué puedo enseñar”. No temen en absoluto la llegada de otras personas a sus espacios, siempre que estas demuestren con su accionar una actitud ética frente a la construcción de espacios de convivencia pacífica.

Estas buenas personas son realmente peligrosas para el opresor, son realmente subversivas, son muy respetuosas con la inteligencia, sabiduría, conocimiento e información, y poco tolerantes con las lacras de esta sociedad. Esta gente es realmente la “materia prima” con que se elaboran los cambios positivos en las sociedades.

A la otra gente, también la he conocido de empleada, no militante, de sindicatos y ONGs. También milita en partidos de izquierda, plataformas de todos los colores sabores y olores. Se reconocen entre sí y consigo mismo como líderes/as de algo, como dirigentes de todo, como portavoces de muchas y muchos. Dictan magistrales conferencias, escriben abultados libros (muy a pesar de la cantidad de árboles talados para publicar boberías), se convocan a sí mismas, se reúnen siempre los mismos con las mismas, no tienen relevo generacional, son ligeras en la descalificación, confunden cotidianamente principios con intereses, su discurso no concuerda con su ejercicio de vida, se queman incienso en eventos donde se dilapidan grandes recursos para contarse entre sí lo que ya sabemos todas. Son expertas en el “diagnostico”, pero lerdas y mediocres en la terapia. Prefieren la protesta ante la propuesta. Son incapaces de identificar al verdadero enemigo. Se esfuerzan por utilizar lenguajes sofisticados e incomprensibles para la gente del común. Fácilmente convierten lo simple en complejo. Confunden contradicción con descalificación. Le prenden una vela a Dios y otra al Diablo. Su accionar revolucionario obedece a horarios y calendarios (solo 8 horas de lunes a viernes y en verano… ¡¡¡vacaciones!!!). De ahí la incapacidad de conectar con el pueblo, con la gente de a pie, con las personas que no tienen el “privilegio” de vivir de las migajas que deja caer al suelo la caridad del sistema, marcadas con la palabra “solidaridad” en letras grandes y de neón.

Estas gentes son las mejores aliadas del opresor. Estas son las que matan las ilusiones de las personas, las que producen el descorazonamiento del pueblo. Les cae en gran medida la responsabilidad del conflicto social, económico y político. De la misma manera que los virus atacan desde dentro de las células, se enquistan, mutan, se camuflan y son casi indestructibles, estas gentes se meten en cuanto embrión de movimiento social, de organización política y socialmente viable, sana… Al fin y al cabo, las personas que se reconocen como de derecha, son más coherentes, no ocultan sus verdaderas intenciones, se detectan fácilmente, son como las bacterias, atacan desde afuera a las células.

Son personas que dicen ser de izquierda, que tienen un discurso aprendido de izquierda, se han atiborrado de lecturas clásicas, que militan o se mueven en espacios de la izquierda, pero que su praxis no es, no ha sido, ni será de izquierda.

2 comentarios:

María Viedma dijo...

La purita verdad.
María

Chavela dijo...

Y que lo digas María. Afortunadamente siempre contamos con alguien que se atreve y sabe decir justo lo que hay que decir en el momento exacto.