Pasqual Moreno TorregrosaLunes,
15 de diciembre de 2009
Revista Pueblos. Revista de Información y Debate
Asociación Paz con Dignidad
El escritor Juan Goytisolo publicó un artículo en El País del miércoles 9 de diciembre titulado: “¿Condenados a no entenderse?”, que como mínimo es desconcertante. Y lo es porque todos admirábamos a J. Goytisolo, ese intelectual comprometido, defensor de las minorías étnicas, que estuvo durante el proceso bélico en Bosnia denunciando las brutalidades que realizó el ejército serbio en este país, ese profundo conocedor del mundo árabe y específicamente de Marruecos.
En su artículo, Goytisolo se hace valedor de las posturas de Marruecos de integrar al Sahara Occidental en el reino alauita a través de una amplia autonomía, calificando de simplista hoy la posición del derecho a la autodeterminación, defendida en todos estos años por el Polisario, por organismos internacionales, por decenas de Estados que han reconocido la RSAD y por importantes sectores de la opinión pública española y mundial.
Alguno de los argumentos del artículo de Juan Goytisolo en defensa de su postura son peculiares, como por ejemplo, y citamos textualmente: “El Aaiún de 2009 no tiene nada que ver con el de 45 años atrás: su población se ha multiplicado por 10, los marroquíes del Norte y sus hijos nacidos y criados allí son tan numerosos como los autóctonos”. “(…) y aconseja un acuerdo dentro del marco de una autonomía avanzada (con Marruecos) que respete la lengua, la cultura, la identidad histórica de los saharahuis, inspirada ¿por qué no? por el ejemplo de la España plural de nuestros días”.
Según esta teoría Argelia hoy sería una región autónoma de Francia (la Argelia francesa), pues no se hubiera obtenido la independencia, que por cierto, costó mucho sufrimiento. Pues, en el momento que la población indígena exigió la independencia, más de un millón de “pieds noirs” (extranjeros de todas las nacionalidades) residían en el territorio, algunos descendientes de los llegados a mediados del siglo XIX, es decir con solera de más de un siglo, y lógicamente se creían con derecho a exigir estar ligados a la metrópoli. No fueron los autóctonos quienes les pidieron que colonizasen sus tierras, que se desplazaran al nuevo Farwest francés a instalarse con sus familias, quienes les alentaron a desbrozar las tierras vírgenes y plantar viñedos, naranjos o cereal. No, fue el colonialismo francés, fue el ejército francés quien desposeyó al personal originario de sus tierras, de sus propiedades, en el oranesado, en la Mitjdia, en la Kabilia, quien expulsó paulatinamente a las tribus de agricultores y de nómadas que habitaban esas tierras.
Y algo similar pasaría con Palestina. Como se sabe hay 300.000 ciudadanos israelíes asentados en el interior de Palestina, asentamientos que se han construido a la fuerza, protegidos por el ejército israelí, separados con alambradas, tierras de nadie, y algunos, recientemente, por un muro de hormigón de más de cinco metros de alto, que tiene cada x metros garitas de vigilancia del ejército.
¿Qué hacemos para terminar con el problemático, doloroso y complejo conflicto de Palestina? ¿Les damos la autonomía a los palestinos dentro de un Estado judío que reconozca su lengua, su cultura y su identidad histórica?
No vale el argumento de que el Sahara Occidental está poblado hoy por miles de marroquíes a los que la monarquía alauita ha potenciado en su emigración. Esta gente está ocupando una tierra que no es suya. Estos “marroquíes del Norte” como los denomina eufemísticamente Goytisolo, son extranjeros, y seguirán siéndolo aunque echen raíces en sus negocios, en su hábitat y en su descendencia, porque pueden seguir instalados en el Aaiún y en otras partes del territorio del Sahara Occidental, gracias a los 70.000 soldados que Marruecos mantiene en la región, gracias a un muro de 2.720 kilómetros que separan los 2/3 del territorio del resto, el Sahara útil con las minas de Bou Craa, los recursos pesqueros y las ciudades más importantes, lleno de bunkers, con un frontis de centenares de metros plagados de minas, donde cada 4 ó 5 kilómetros hay una compañía militar, con baterías de artillería, y radares cada 15 kilómetros.
Para defender sus ideas de una autonomía para el Sahara Occidental dentro del reino de Marruecos, Juan Goytisolo viene a recordar la situación de los refugiados de Tindouf: la desolación del paisaje, la falta de ilusión de los jóvenes perdidos sin nada que hacer en medio del desierto, sin esperanzas de futuro, sin derechos políticos por ser refugiados, las condiciones inhumanas de vida en general. Y ante situación acusa de insensibles a Rabat a Argel y a la “jefatura inamovible y osificada del Polisario”. A Argel no vemos de qué pueda acusarle. A Rabat, es evidente, fue quien ocupó de manera ilegal el territorio en el 1975 y allí permanece. Y al Polisario y a su jefatura es discutible.
Pero incluso si se hubiera producido esta arteriosclerosis de los dirigentes polisarios, ¿justifica ello la postura marroquí que tan abiertamente defiende J. Goytisolo? Si Al Fatah y Abú Abbas han demostrado como dirigentes estar poco capacitados y no responder a las exigencias de su pueblo ¿habría que defender la integración como territorio autónomo de Palestina a Israel? Los derechos de los pueblos superan con mucho la mayor o menor capacidad de sus dirigentes.
Termina Goytisolo su artículo haciendo recomendaciones al gobierno marroquí para que se democratice y así haga atractiva la oferta de autonomía al Sahara Occidental. Y viene a decir como otros artículos aparecidos en la prensa estos días (caso de Bernabé López García del viernes 4 de diciembre en El País) “que para que los saharahuis “aceptasen (la autonomía) Marruecos debería ser consciente de que debería usar la única de las seducciones posibles: ir convirtiéndose en una democracia creíble”.
Y mientras no se democratice Marruecos, ¿qué hacemos? ¿Qué hacen los miles de saharahuis en Tindouf y quienes están en el Aaiún y otras zonas del Sahara ocupado? No hay ningún pueblo que en su historia, que en sus perspectivas de futuro históricas, quiera ir de más a menos, sino todo lo contrario, de menos a más. ¿Van a querer los saharahuis tener un estatuto de autonomía “inspirado en la España plural de nuestros días” ( en palabras de Goytisolo) concedido por un régimen semifeudal, represivo, injusto socialmente, que mantiene a amplias capas de su población en la miseria, en la incultura, sin trabajo, con centenares de miles de marroquíes fuera de sus fronteras para poderse ganar la vida. ¿Qué garantía les ofrece este régimen de que su cultura, sus tradiciones, sus propiedades, sus vidas, serán respetadas? ¿Cómo les ha tratado hasta ahora? ¿ Cómo trata a sus propios súbditos?
Posiblemente si el problema del Sahara Occidental se solucionara, lo que pasa por el reconocimiento de Marruecos del derecho a la autodeterminación de sus habitantes, podrían conseguirse acuerdos regionales de gran trascendencia como la consecución de la Unión del Magreb Arabe (UMA), esa vieja aspiración que se ve impedida de realización entre otras causas por el problema irresoluto de este conflicto, donde armónicamente trabajasen Argelia, Marruecos, Túnez, la República Arabe Saharahui Democrática y quizás incluso Mauritania. Pero para ello se ha de realizar primero el referéndum sobre el derecho a la autodeterminación, posiblemente de tal referéndum salga la RASD y después, eliminadas tensiones, llegar a la colaboración de los gobiernos de todos los países.
Cuando Edward Saïd, el intelectual palestino fallecido hace unos años, veía el futuro de Palestina y de Israel fuera del enroque actual, y propugnaba la creación de un Estado nuevo, único, laico, democrático, donde árabes, cristianos y judíos viviesen en paz y armonía, no propugnaba que Israel le diese un régimen de autonomía a los palestinos y, luego, construir la utopía. Hablaba de reforzar la Autoridad Palestina, exigirle a ésta más visión de futuro y mayor responsabilidad y compromiso con su pueblo, de consolidar la independencia de los territorios ocupados, de trabajar con las organizaciones israelitas más progresistas y proclives a una entente con los palestinos, pero en absoluto renunciar a lo conseguido y a las aspiraciones de lo qué conseguir.
Estos intelectuales españoles que parecen haber encontrado la piedra filosofal con propuestas peregrinas, que afianzan las posturas de Marruecos y de los países que le apoyan (España, Francia) se equivocan. Los acuerdos que pueda haber en un futuro entre los habitantes del Sahara Occidental y los marroquíes deben venir de pueblos en un plano de igualdad, no de súbditos y vasallos, a los que graciosamente, en el caso de los saharahuis, su majestad les haya concedido una autonomía “a la española”.
Pasqual Moreno Torregrosa es ingeniero agrónomo y colaborador de Pueblos.
1 comentario:
Esto no es nuevo por parte de Goytisolo. Tu debes ser muy joven pero hace 20 años Goytisolo ya tenía esta misma posición frente al tema, aunque claro, ahora añade argumentos nuevos como el del crecimiento de la población de "marroquíes nacidos en el sahara", cosa que responde a una estrategia para que el problema se vaya haciendo más complejo...
Goytisolo tenía casa en marruecos y allí pasaba largas temporadas...
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