La Voz de Salamanca
01/12/2009
La huelga de hambre de Aminatou Haidar ha conseguido que de nuevo la sociedad española hable del Sahara Occidental y de cómo España abandonó a su suerte a un pueblo, el saharaui, jugando los sucesivos gobiernos a marear la perdiz, mientras los saharauis tratan de asumir, con serenidad, que quizás los campos de refugiados sean su único destino, y que la solidaridad de miles de familias españolas no sea suficiente para imponerse a la falta de coraje de unos políticos que, una y otra vez, han demostrado tener una palabra cuando eran la oposición, y otra cuando están en el gobierno.
Aminatou Haidar, lleva quince días en huelga de hambre tras habérsele impedido la entrada a El Aaiún, lugar en el que vive su familia, bajo el sometimiento de una fuerza ocupante, en pleno siglo XXI. Para convencerla de que deponga su actitud, Moratinos le ha ofrecido la nacionalidad española: quizás el Ministro de Exteriores piense que el pasaporte español le convierte a uno en todopoderoso, como cuando en las películas uno dice “¡soy ciudadano de los Estados Unidos de América!”, pero un análisis a simple vista, deja claro que lo de Moratinos no es sino una ocurrencia, de entre otras tantas: primero, porque han sido muchos, los ciudadanos españoles expulsados por Marruecos del Sahara ocupado, segundo, porque sienta un precedente y dada la vergonzosa Ley de Extranjería que ha impulsado el PSOE en el Congresos, no sería extraño pensar que antes de ser expulsado de España, algún inmigrante decida ponerse en huelga de hambre, y finalmente, porque supongo que si esta saharaui ha soportado 34 años de ocupación, cuatro años de secuestro en una de las cárceles secretas de Marruecos pese a no estar condenada y7 meses de “internamiento” en la Prisión Negra de El Aaiún, no habrá sido para que un ministro bonachón le ofrezca un pasaporte sino para remover las conciencias de la sociedad internacional en general, y de la de los políticos españoles, y especialmente los del PSOE, en particular.
Dicho de otra manera, más que un gesto, lo de Moratinos parece casi un insulto a la valentía de Aminatou Haidar, y a la dignidad de un pueblo, ocupado desde hace 34 años por culpa –o con la complicidad- de una España que empezó lamiéndose las heridas y ha terminado por desentenderse del conflicto saharaui, como si con nosotros no fuera, limitándose a sentirse solidario a costa de las familia de bien que deciden acoger dos meses a un niño para que escape del insoportable estío en la hammada.
Cada vez que se organiza un viaje a los campamentos de refugiados de Tindouf, en Argelia, me canso de ver a cargos públicos socialistas haciéndose fotos con la bandera saharaui, con el mismo fervor con el que algunos se enfundan las camisetas del Che Guevara en la adolescencia. Luego regresan a España y todo queda en el olvido. Se impone la estrategia internacional, la necesidad de mantener una relación fluida con el Rey de Marruecos, toca hablar del Frontex, o hablar de alianzas de civilizaciones y encuentros planetarios, mientras seguimos levantando muros…
Quizás la huelga de Aminatou le lleve a la tumba y se convierta en mártir. Sospecho que no es eso lo que persigue. Tal vez le baste con que, como ahora, se vuelva a hablar de Sahara. Pero lo que no valen, desde luego, son las ocurrencias, ni la insultante falta de coraje del Ministerio de Asuntos Exteriores español.
Aminatou Haidar, lleva quince días en huelga de hambre tras habérsele impedido la entrada a El Aaiún, lugar en el que vive su familia, bajo el sometimiento de una fuerza ocupante, en pleno siglo XXI. Para convencerla de que deponga su actitud, Moratinos le ha ofrecido la nacionalidad española: quizás el Ministro de Exteriores piense que el pasaporte español le convierte a uno en todopoderoso, como cuando en las películas uno dice “¡soy ciudadano de los Estados Unidos de América!”, pero un análisis a simple vista, deja claro que lo de Moratinos no es sino una ocurrencia, de entre otras tantas: primero, porque han sido muchos, los ciudadanos españoles expulsados por Marruecos del Sahara ocupado, segundo, porque sienta un precedente y dada la vergonzosa Ley de Extranjería que ha impulsado el PSOE en el Congresos, no sería extraño pensar que antes de ser expulsado de España, algún inmigrante decida ponerse en huelga de hambre, y finalmente, porque supongo que si esta saharaui ha soportado 34 años de ocupación, cuatro años de secuestro en una de las cárceles secretas de Marruecos pese a no estar condenada y7 meses de “internamiento” en la Prisión Negra de El Aaiún, no habrá sido para que un ministro bonachón le ofrezca un pasaporte sino para remover las conciencias de la sociedad internacional en general, y de la de los políticos españoles, y especialmente los del PSOE, en particular.
Dicho de otra manera, más que un gesto, lo de Moratinos parece casi un insulto a la valentía de Aminatou Haidar, y a la dignidad de un pueblo, ocupado desde hace 34 años por culpa –o con la complicidad- de una España que empezó lamiéndose las heridas y ha terminado por desentenderse del conflicto saharaui, como si con nosotros no fuera, limitándose a sentirse solidario a costa de las familia de bien que deciden acoger dos meses a un niño para que escape del insoportable estío en la hammada.
Cada vez que se organiza un viaje a los campamentos de refugiados de Tindouf, en Argelia, me canso de ver a cargos públicos socialistas haciéndose fotos con la bandera saharaui, con el mismo fervor con el que algunos se enfundan las camisetas del Che Guevara en la adolescencia. Luego regresan a España y todo queda en el olvido. Se impone la estrategia internacional, la necesidad de mantener una relación fluida con el Rey de Marruecos, toca hablar del Frontex, o hablar de alianzas de civilizaciones y encuentros planetarios, mientras seguimos levantando muros…
Quizás la huelga de Aminatou le lleve a la tumba y se convierta en mártir. Sospecho que no es eso lo que persigue. Tal vez le baste con que, como ahora, se vuelva a hablar de Sahara. Pero lo que no valen, desde luego, son las ocurrencias, ni la insultante falta de coraje del Ministerio de Asuntos Exteriores español.
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